Cantar bien presupone la voluntad de celebrar bien, porque el canto litúrgico ha de contemplarse dentro de la unidad de toda la celebración. Celebrar bien, como dice el Papa en la Exhortación postsinodal Sacramentum caritatis (n. 58), es atenerse con fidelidad a las normas litúrgicas. Y atenerse a las normas litúrgicas nos lleva a tener en cuenta el ritmo del año litúrgico. Cada ciclo del año litúrgico desarrolla alguno de los distintos aspectos del único misterio de Cristo. Lo ideal sería que pudiéramos reconocer por el canto el objeto no sólo
Próxima ya la Cuaresma, proponemos el canto de entrada de la Comisión Episcopal para este tiempo litúrgico.
La austeridad propia de este tiempo penitencial ha de manifestarse en el canto. Podemos y debemos cantar en Cuaresma, pero no cargar de cantos las celebraciones. Es ocasión para destacar la importancia del silencio.
Para abrir la celebración, el canto tiene una antífona y seis estrofas. La antífona y la primera estrofa se repiten todos los domingos de Cuaresma. A ellas se añade una estrofa propia para cada domingo.
El texto de la antífona es el introito tradicional ( del salmo 90), que aparece en el primer domingo de Cuaresma, tanto en el misal actual como en los antiguos. Se encontraba ya también, en latín y con música gregoriana, en el “Liber usualis”:
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